Capitulo I El Otro Mundo


Logre despertar y levantar mi cuerpo, la luz ya no me acompañaba, eran mis primeros reclamos y retornos a una verdadera vida, llegué a dar sólo dos pasos y una voz entonó en marcha delirarme preguntas en mi, ¿Para llegar aquí tuviste que dar dos pasos?, ¿Por qué no intentas dar uno mas?, Yo intente caminar pero la voz de nuevo me alerto, Tus pies han dudado y se comienzan a quebrar en suelo blando...


Que podía intentar para quietarles mi peso pero en su inexplicable descenso no podía hacer nada, deje que la tierra consuma centímetro a centímetro mis largas piernas como semillas al suelo, deseoso estaba de perder estas dos sucias varas que hasta ese entonces habían corrido y gritados en alerta.

De rato en rato descendía la mira y a mis pies el barro ya los tenía atrapados, Observe mis rodillas como rara vez lo hice, recuerdos me acometían en el llanto de niño por una caída.


Ustedes amigas dos veces me han fallado para sostener el largo lecho de mi cuerpo, ellas resentidas se quejaron con una suave risa, sustentaba en mi mente la imputación que adjudicaba a cada una, estaba en ellas prescrita el negar un nombre.


Recuerdos donas y estos parten en el eco de tu dicha, ¿Y quién los quisiera escuchar?; ¿Quién cerrara sus ojos y sentara su cuerpo a mi lado?, ¿Quién vendrá?... Pregunte a mis oídos...
Cállate que de la escritura no conocemos, tus pies sí y de ellos ya te negaste a ver, ya sabes quien viene y los quisiste esconder.


No acusen a su hermano, respondí, descanse y logre soñar la calma de los días cuando calumniaba al sol, angustiante recuerdo de contar horas perdonando a las que se iban y suicidando a las que me obligaban a vivir, después me interrumpió la imagen de un niño durmiendo debajo de su cama y disfrutando de la sombra de la misma, cobijado en un duro piso, donde al tratar de moverse el polvo cegaba y dormía su rostro.
Abrí los ojos y mi cuello ya estaba perdido como el barro depositado en una columna de madera, piso y cuerpo se unieron y así esperarían para hablar.


Atrapado en mi voluntad y atrapado en mi cuerpo, el silencio me dejo ver los pies de un gigante y mis ojos no llegaban a develar aún su rostro, sostenía una altura conocida por mí.
Comencé a llamar, cerré los ojos y grite como sólo un tuerto grita al sentir su único ojo estropearse…
Cáncer de mi cáncer, borde de mi padre, hoy sol en la luz, dóname una nueva alborada, perdí el aliento y calle.


Aquel hombre no hablaba y de sus ojos mi ser no encontraba razón;
¿Quién eres y a quién llamas? Dime tú, Te busco, hoy te busco, ahora relevo el daño y repongo todo de ti.
Donde se encuentra tu voz, desde donde pretendes golpear mi espiritu, a quien vienes a pedir angustias, mis miedos por ti han terminado y cauto de mirarte debo ser, te conozco tanto como yo a mis vicios..
(Continuará, falta corregir y completar el capitulo, sin tiempo, adios)