La consulta




Muchas veces recuerdo a mis piernas correr por algún motivo en particular, pero al descansar un irreprochable conducta, siempre me he  pregunto sobre esto en voz alta: ¿Dónde posan su atención, cuando mi cuerpo se acopla a una silla al descanzar? Doctor; Ellas están atentas a partir y a veces me conceden calma aunque ante su vivacidad me dejen sin aliento y raudamente niegan saludos a los otros, será su conducta tan distinta a lo que espero de ellas, le pregunte sonriendo.

Este me contesto con un ademán de asentimiento algo extraño pero muy bien conocido por mí, cabe decir que a él lo conozco más de 2 años y como dos niños hemos compartido mis problemas, al tratar de ordenar mi vida. Él cual si yo fuera una rompecabezas reconstruye mis palabras para ponerlas más claras en sus oídos.

Tus piernas se quejan, contesto y río. Eso sí que es nuevo, se levantó y me dijo: Y como ellas saben tanto de ti como yo, no podrías preguntarles a ellas y averiguar si te prestan uno que otro consejo, mira que a tu lado comparto sólo lo que por días deseas decirme pero ellas, no creo que se escapen muy a menudo de ti.

Muchas veces había adivinado las palabras que usaría ante cada interrogante que planteaba, sólo siguiendo sus manos y como el si tuviera dos bandejas llenas de respuestas que contenía firmemente.

Cada vez que arremetía yo con mis dudas de percepción, él me callaba con un elogi. Yo a menudo quería saber dónde se encontraba tanta tranquilidad en su pensamiento. ¿Será que él necesita más ayuda que yo?, me preguntaba a veces. No sería que es sólo un paciente graduado que necesita de personas para que le presten sus problemas los resuelva y se ayude un poco él mismo.

El retomó la conversión, mirándome como si fuera la cordialidad una forma de entender, me dijo: ¿Sabes qué día es hoy, verdad? La prontitud de mi edad solamente acusaba un Lunes en la mañana y pero su pregunta ocultaba algo un poco más elaborado que una simple fecha, evitando dejar a un lado cualquier expectativa ajena, le dije, sabe que mi memoria es frágil pero mi gratitud aún esa no se cansa, si me recuerda lo que desea escuchar me alegraría esta mañana. Dime una cosa hijo me respondió, ¿cuánto tiempo me conoces? Más de dos años y seguimos contando verdad, recuerdas el primer día que entraste aquí y me saludaste, lo recuerdas. Lo recuerdo y sabe usted que esos días en mi cabeza no tenía mucho sustento, ahora y si mis ganas de martirizarme están quietas debería recordar sólo los días más recientes, replique sonriendo.

Me parece bien que las cosas las estés dejando en su debido lugar pero de ese día yo te contaré que debes recordar hoy. Fue a su escritorio tomo un fólder blanco y empezó a buscar algo que sustentara su confianza, una búsqueda de escritos pensé. Tal vez esto lo allá estado esperando hace mucho tiempo creía yo, al ver como recorría las hojas. Hasta que me dijo: Bien, aquí se encuentra el favor que no recuerdas y la fecha tiene el día de hoy. Que un papel de más de tres años tiene la fecha de hoy, exclame, sabiendo que él entendía una pequeña nota de sarcasmo y ganas de reír de parte mía por no comprender lo que sucedía. Arremetí con unas palabras más conciliadoras; ¿Puedo verla? Acote. Tomé un repaso del tiempo que he pasado con él y bueno no encontraba nada que pudiera guardar una fecha o un recordatorio. Debo comentarles que muchas veces, yo como un niño escuchaba a aquel señor con la prestancia de quien copia una prueba pero de vez en cuando mi voz tomaba unos cuantos minutos en la habitación, que eran gratificadas por atención. Y como expresar la gratitud que me presentaba, acompañada de todas aquellas situaciones que describía, bueno mejor volvamos que mucho tiempo no tengo, perdónenme pero me olvide de decirles que me alisto a mudarme y parece que empacando encontré algunas recetas médicas que sirven de pretexto para expresar un poco lo que dejo al cambiar de hogar, bueno ya no soy un muchacho y mis padres, ellos son otro tema.

Él me dijo: Hoy vas despedirte de mí, no recuerdas, antes de entrar y decirme tu nombre me te presentaste ante mi,  escondiendo tu ojos, sentandote y comunicandome que desde ese día no falta el tiempo para que me despida de ti y cómo pasa el tiempo, hoy te vas a despedir de mí, me propuse guardar un poco de calma, reformular en mi mente sobre que hablaba y me enseño el fólder que sostenía en las manos, guardaba algo escrito, números un poco marcados como si fueran hechos por un impulso y no en la tranquilidad de un escritorio. Sorprendido me levante, lo mire y yo buscaba algún detalle más en sus ojos pero no entraba nada, se sentó y me dijo: ¿Nos veremos mañana verdad? Yo sólo aprobé su invitación inclinando un poco la cabeza, le pregunte  ¿Mañana, no que las citas son cada 15 días? Me miro y dijo: Eso es para los pacientes, para los amigos los periodos no son escritos y sonrió. Me retire extrañado y pensando: He gano un anciano, un amigo que me conoce, ante el cual no puedo mentirme ni mentirle, reí un rato y camine hasta el final del pasillo, replicando un poco mis pensamientos y me dije: ¿Dónde está esa amistad a fuera de un hospital, un médico? Bueno,  alguna vez tuve uno en casa, y en alguna ocasión le dije padre, quizas debí pedirle una cita. (Falta Corregir)

Julián Judecah